Hace ya unos añitos, Double Fine nos sorprendió con una idea interesante aunque algo extravagante con el primer Costume Quest. Se trataba de un título a medio camino entre el género de las aventuras y el RPG de combates por turnos; todo ello con una temática centrada en la festividad americana de Halloween. La idea había salido del primer Amnesia Fortnight, cuando aun no eran públicos, y demostró ser interesante y fresca. Ahora la empresa de Tim Schaffer vuelve a la carga con una segunda parte.
Los eventos de Costume Quest 2 nos sitúan justo al final de Grubbins on Ice, el DLC de la primera entrega, en el que Wren, Reynold, Lucy y Everett quedan atrapados en un espacio entre dimensiones al salir de Repugia, el hogar de los Grubbins. Cuando se deciden a cruzar uno de los portales, regresan a su hogar pero resultar ser de nuevo el día de Halloween. Es aquí cuando verán cómo el malvado Dr. Orel White hace un trato con un Mago del Tiempo, para poder robar el talismán con el que liberar a los Grubbins e instaurar su Utopía de Higiene Dental. O lo que es lo mismo, un mundo sin Halloween, disfraces o caramelos. Los gemelos y sus amigos se embarcaran a en una aventura espaciotemporal en la que tratarán de detener al dentista.
Lo cierto, es que no es una historia tan compleja ni tan original. Realmente has visto muchas iguales a lo largo de los años. Aunque si es cierto que para aquellos que no estén familiarizados con los eventos y personajes de la anterior entrega (y DLC) pueden verse un poco perdidos ya que saltamos directamente a la acción sin ningún tipo de presentación.
Aunque CQ no destacaba tampoco por su historia sino más bien por su propuesta como juego: una reimaginación de lo que es un JRPG, con una estética infantil y simple que gira alrededor de toda la mitología y las costumbres de Halloween. Es por ello que nos volvemos a encontrar con las características típicas del género: como un mundo por explorar repletos de secretos, combates aleatorios por turnos, un sistema de trabajos intercambiables que justifica las habilidades de los personajes, objetos consumibles, etc. Todo esto, como ya he comentado, pasado por el filtro de la famosa festividad.
Es aquí donde reside la principal gracia del título: los disfraces. Cada uno de ellos convierten a los personajes durante los combates en un ser con habilidades propias y diferenciadas. Un disfraz de superhéroe transforma a Wren o Reynold en superhéroe; un disfraz de dinosaurio en un dinosaurio; y el triste disfraz de maíz dulce…pues en un enorme e inmóvil grano de maíz dulce –un chiste interno del juego, y uno divertido cuando ves las ocurrencias que se pueden leer en cada combate con este inservible ser-. Ver que nuevas ocurrencias han tenido en Double Fine es una delicia y el hecho de que tengamos que encontrar la distintas partes que lo componen para crearlos nos ofrece esa necesidad de exploración y aventura. Cierto es que casi todos ellos son necesarios para la historia (debido a las habilidades que se usan en el mundo “abierto”), pero se nos obliga así a investigar todo los rincones y escondrijos posibles de los diferentes escenarios.
A pesar de que, al igual que en otros aspectos, el combate es también una simplificación de otros ejemplos del género, no es un camino de rosas, y un despiste puede costarte la partida. Para empezar, tenemos que estar atentos ya que cada ataque nuestro nos exige pulsar el botón en el momento adecuado para sacar el máximo beneficio, o poder defendernos mejor cuando somos atacados. Aunque no es ni muchos menos original, la necesidad de estar activos en los combates por turnos, los hace más entretenidos y exigentes (recordad lo genial que era Legend of the Dragoon).
Por otro lado el sistema de cartas, que básicamente son los objetos consumibles, tiene también su complejidad encubierta de supuesta simplicidad. Cada carta nos ofrece grandes beneficios durante el combate (algunas bastante buenos), pero solo podemos usarlas una vez y solo llevamos tres por combate. Además una vez usada, su refresco puede tardar varios combates, así que hay que usarlas con cabeza.
La IA no es nada inteligente, pero si es cierto que está equiparada en fuerza a nuestros protagonistas por lo que en todo combate existe el riesgo de muerte de todos ellos. Tanto es así, que lo más recomendable es llevar a un healer con nosotros. Aun así, esto nunca significa Game Over.
El mundo también es algo a tener en cuenta. Los escenarios, aunque menos variados, esta vez son mucho más interesantes en cuanto al diseño y la verticalidad de estos, en especial los de Nueva Repugia. Ayuda mucho el arte visual en sí del juego, que le da ese tono “cartoon” necesario, que casa tan bien con toda la idea general del juego. No estamos antes unos gráficos hiperrealistas, pero cumplen perfectamente su función y son bastante originales.
Sin embargo el juego tiene dos problemas muy graves. El primero de ellos, y más evidente, es su excesiva continuidad con respecto a la primera entrega. Es prácticamente idéntica en todos los aspectos y no existe ningún añadido que sea relevante: ni en las mecánicas, ni en lo audiovisual, ni en la historia. Sí, es más bonito, y tiene algún retoque, pero nada realmente funcional, más bien estético.
El segundo problema es su duración. Son ocho horas, pero dado un juego de estas características, donde los combates por turnos se llevan casi todo el tiempo de la experiencia, parece mucho menos. Me atrevería decir que si los combates no se extendieran tanto, estaríamos hablando de un título que en apenas dos horas estaría resuelto. Y eso se nota en la historia, que se desenvuelve demasiado rápido y tiene un final demasiado abrupto. El típico que te hace decir “¿ya?”. Quizás sea que estamos acostumbrados a que este tipo de juegos se tomen más tiempo, pero se siente demasiado apurado. Al menos existe un buen equilibrio entre tanto combate y narración de eventos.
En definitiva, Costume Quest 2 es ligeramente decepcionante. Su calidad es muy buena y la experiencia es sin duda disfrutable. Es divertido, inventivo, y a pesar de todo no se hace repetitivo. Pero el ser casi idéntico a la primera parte, y tener una historia algo pobre y demasiado apresurada, acaba dañando un poco la experiencia de aquellos que disfrutamos como locos de la primera entrega. Quizás sea más un juego para los recién llegados.
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